Cioran sobre La Rochefoucauld









Otro de los escritores aguachirle es Émile Cioran, como sabemos. ¿Pero qué dice de François de La Rochefoucauld? Casi nada. Al menos en esta fuente. Cuando habla de La Rochefoucauld suele hablar de Nietzsche. 
En el Breviario de la podredumbre  tendría un capítulo dedicado a Sartre, que se definiría por el título: "El empresario de las ideas". Las actitudes de Sartre no le gustaban, claro que Sartre le resultaba un personaje simpático, como una mascota. Asegura Cioran que, no obstante, habían tenido semejantes lecturas, como ser Heidegger. Lo que une a Nietzsche con Sartre es lo que Cioran denomina ingenuidad; en tanto que él, Cioran, tenía una experiencia de vida más profunda. Esta ingenuidad, no es para nada deleznable asegura Cioran, ni en Sartre ni en Nietzsche, ya que por ejemplo, en el caso de éste último es un don de la soledad. Nietzsche era puro como todo solitario. Entonces Cioran asocia el genio con la soledad. Y deja deslizar que simpatiza más por el genio de Nietzsche que por su ingenuidad y que tal vez el filósofo del preponderante bigote tenía más de eso que él. A diferencia de él, Nietzsche no estaba corrompido, no habría sentido el hastío del que vive en las grandes ciudades. 
Así es como llega a La Rochefoucauld, que describe -como es de uso- como uno de los moralistas franceses. La Rochefoucauld tenía algo que tenía él: tenía mundo además. Nietzsche en cambio, veía las cosas librescamente. Al pasar entiende, como Nietzsche, que el hombre es un abismo, más malo que bueno. 
A su vez estos escritores mencionados se relacionan con la elección del género de escritura de Cioran, el aforismo, cuya causa alega él era la pereza y-o pero, una lógica de su temperamento. 
Deja deslizar también que tuvo la ventaja de no ser profesor, y derivado de ello la "virtud" de ser un irresponsable. Que no ha escrito por honorabilidad o éxito. 
A La Rochefoucauld lo admiró en su juventud junto a Chamfort. 
Y aquí dice algo acerca de la naturaleza del aforismo. No es serio. Escribir aforismos es sencillo, se va a una cena, dice, se oye lo que dice una señora y luego se hace con eso una reflexión. No se puede dar una clase en la facultad con aforismos, aunque es un género apropiado a nuestra civilización en disgregación. Por ejemplo, los de Chamfort, dice, se destruyen a sí mismos; aquí dice algo parecido a Barthes: no se puede leer a Chamfort de cabo a rabo, tiene algo parecido a leer el Pequeño Larousse ilustrado, lo que sería insoportable. La mente no funciona así, quiere ponerse en automático, mirar fijo sí, pero haciendo la plancha. Como dice, el aforismo es pensamiento discontinúo, una forma graciosa del caos, "no encierra mucha verdad pero sí un poco de futuro". Este género es muy raro en Rusia, y en Alemania también, a excepción de Lichtenberg y el propio Nietzsche. Es propiamente francés, algo para escuchar y decir en una fiesta, en los salones de Luis XIV. (A propósito de ello, en esta obra que recopila sus conversaciones, Cioran hablará positivamente de la obsesión de los franceses por las palabras, su etimología y su corrección. Ligado a ello referirá la experiencia de un personaje entrañable para él.) 
En el caso de sus aforismos, las entiende como afirmaciones insensatas que a veces suelen reprochárselas ante lo cual él apunta que si dan vuelta la página encontrarán que dice lo contrario. 
Entonces Cioran diferencia sofista de moralista. Él parece ubicarse entre estos últimos, como La Rochefoucauld. E insiste que esto es así porque son verdades pensadas con la experiencia. "Verdades falsamente fragmentarias, algo que no requiere prueba. Una bofetada."
Y vuelve a Nietzsche -tal vez volvemos nosotros- para refutar la idea de que el hombre puede ser "superado" y la idea del superhombre como un absurdo. Como Nietzsche, rechaza lo humano, pero no en el sentido de éste: el hombre no sería superado, a lo sumo se puede renegar de él. ¿Y eso qué quiere decir, se dirá, si es que está intentando decir algo? Por otra parte Nietzsche era un hombre digno de lástima. Se puede entender aquí, más claramente, que se refiere a una lástima que no es producto del amor, sino de lo patético que puede resultar Nietzsche. Éste filósofo tenía algo llamativo, además de su bigote: no es querible. Si sufre produce una sensación de desamparo irremediable. Por eso Cioran tal vez recuerda las decepciones que tuvo Nietzsche con sus amigos, que hacen de él, como dijo antes Cioran, puro, ingenuo, caprichoso, histérico, demasiado eufórico, con algún sesgo afeminado -hay una relación practicable entre el hombre eufórico y el hombre bala-, y que por ello, en última instancia, no conoció "la verdad de los hombres". Para eso se necesita, según Cioran, no huir de las grandes ciudades, que son una suerte de infierno.





Bibliografía: 
Émil Cioran. Conversaciones. Trad.: Carlos Manzano. Ed.: Tusquets editores. Buenos Aires, 2011.