Nietzsche y las conciencias









«El problema de la conciencia, o hablando con mayor precisión, de la conciencia de sí mismo, no se nos presenta hasta que empezamos a comprender la medida en que podríamos prescindir de la conciencia; la fisiología y la zoología nos han llevado al cabo de esta comprensión (de lo cual se infiere que se han necesitado dos siglos para volver a recordar aquella prematura sospecha de Leibniz). Podríamos pensar, sentir, querer, recordar y obrar en todas las diferentes formas de la acción, sin necesidad de tener conciencia de nada de esto. Sería posible la vida entera sin necesidad de que la contemplásemos como espejo, y es lo cierto que todavía la mayor parte de la vida se desliza en nosotros sin reflejarse de ese modo...»

«... la delicadeza y la energía de la conciencia están, a mi parecer, en relación con las facultades de comunicación del hombre (o del animal), y que por otra parte, esa facultad de comunicarse está en relación con la necesidad de la comunicación»

«Suponiendo que esta observación sea exacta, cabe admitir que la conciencia se ha desarrollado, únicamente a impulso de la necesidad de comunicarse, que al principio no fue útil ni necesaria a más que en las relaciones de unos hombres con otros...»

«Repito que el hombre, como todo ser viviente, piensa sin cesar, pero no lo advierte; el pensamiento que se torna consciente es la parte menor y aún podríamos añadir que la peor y más superficial; y sólo este pensamiento conciente es el que se traduce en palabras o signos de comunicación, en lo cual se descubre el origen de la conciencia. En resumen, el desenvolvimiento del lenguaje y de la conciencia (no el de la razón, sin tan sólo el de la razón que se torna conciente de sí misma) se dan la mano.»

«El inventor de signos es al mismo tiempo el hombre que adquiere conciencia más penetrante de sí mismo. Sólo en concepto de animal sociable aprende el hombre a ser conciente, y así lo sigue haciendo todavía en creciente escala.
Mi opinión es, como se ve, que la conciencia no forma parte en realidad del ser individual del hombre sino de aquello que corresponde en él a la comunidad, al rebaño...»

«... cada uno de nosotros, a pesar de su deseo de comprenderse a sí mismo todo lo individualmente posible, a pesar de su afán de conocerse a sí mismo, no adquirirá jamás conciencia más que de aquello que no es individual en él, de aquello que sirve de medio. Nuestro mismo pensamiento está continuamente dominado en cierto sentido por el carácter propio de la conciencia, por el genio de la especie que es quien le gobierna y le limita a la perspectiva del rebaño. Nuestros actos todos son en realidad incomparablemente personales, únicos, inmensamente personales, esto no ofrece duda; pero cuando lo trasladamos a la conciencia, ya no parecen ser así...»

«... de modo que al adquirir conciencia de algo se produce una grande y radical corrupción, una falsificación, una vulgarización, un rebajamiento. En resumidas cuentas, el incremento de la conciencia es un peligro y todo el que vive entre los europeos más concientes puede observar que es también una enfermedad. Se observará que lo que me preocupa en esta cuestión no es la oposición entre sujeto y objeto; dejo esa distinción a los teóricos del conocimiento que han quedado presos de en las redes de la gramática (la metafísica del pueblo) Menos me preocupa la oposición entre la cosa en sí y la apariencia, pues estamos muy lejos de saber lo bastante para poder establecer la distinción. En realidad no poseemos órgano alguno para el conocimiento, para la verdad. Sabemos (o creemos saber o nos figuramos) lo que nos conviene que sepamos en interés al rebaño humano y hasta lo que llamamos en este caso, utilidad no es más que una creencia, un juego de la imaginación...»






Puntuaciones
(La letra chica no se lee)


Dichoso al que le ha llamado la atención el párrafo 354, el §354 de La Gaya Ciencia, en la trad. Roberto Ganiz, forzuda por humilde editorial de mexicanos unidos. Dichoso aquel que ha vuelto sobre el párrafo, que en apariencia no dice nada en relación al siguiente y al anterior, como si uno fuera un siguiente y un anterior.
En los párrafos consignados, intercalados arriba, hay algunas de estas cosas:

La teoría de que comprender es gustar. Luego comprobada en Barthes, sabor/saber. El hombre en este sentido es una potencialidad perversa, sujetada por el grupo. Así, el grupo o la actualidad social terminan oponiéndose al individuo que es múltiple porque sus expresiones nunca serán cuantificables. 
Nietzsche siempre es derroche porque aún cuando nosotros digamos "no" a lo que dice, lo decimos en razón de lo que dice. Se parece, así, a eso, eso mismo que nos pasó. El qué sé yo de lo que nos pasó. El negacionismo, entonces, nada puede hacer contra lo que aparece. Decimos, por ejemplo, que no es cierto que la fisiología y la zoología lo han llevado a él a comprender que la naturaleza de la conciencia es perderla, sino que su formación y sed de conocimiento lo llevan, indefectiblemente, a esas ilustres disciplinas. Damos por hecho que el lector comprende que no se trata de la burda drogadicción, sino que el muy ambicioso Nietzsche habla siempre cósmicamente, delirando de algún modo, por todos repetido. En el film de Cavani sobre Nietzsche, textualmente condigno, su amigo Paul Rée le dice paranoico y megalómano, y hoy se sabe que son las caras de una misma moneda.

Hay más de dos acepciones de la palabra conciencia. Y de ellas habla como quien hablara de capas, a las que los neurocientíficos le ponen nombres. Habla de un hombre manejando una máquina y la máquina manejando un hombre, como quien maneja un auto viejo y después maneja uno con caja de cambios automáticos y después maneja uno con piloto automático. 
A primera vista hay una conciencia que es como verse a un espejo y de otra que es algo que ya ni se ve como espejo. Una conciencia que es una suerte de epigénesis (no se diga epigenética).
Habla de lo que en psiquiatría se llama "aplanamiento afectivo" también para esta segunda o sub conciencia, y que en sentido vulgar llaman indolencia. 

Es rematadamente profético porque habla del fenómeno de la computación y las redes sociales, que son un conjunto de formas de comunicación.
Se adelanta al Holocausto, (¿para qué?), y eso no es adelantarse porque adelantarse sería haberlo evitado por lo que no estaríamos hablando ahora de Holocausto, y él mismo, es un ser vivo en el que se sucede un holocausto, porque hubiera dicho esto, hubiera sido un nazi y no lo hubiera sido, es decir: el régimen nazi hubiera sido muy largo para su vertiginosa forma de pensar, y porque su reflexión sobre la confusión de la causa con el efecto, es intercambiable por el manejo que se hace de la prevención y la cura; dicho así: la cura es a la causa lo que el efecto a la prevención. 

De alguna manera, y siendo tristemente una verdad, hace despuntar la idea de que las conductas se heredan y que quienes estuvieron en una lucha por el poder estuvieron en una lucha de conciencias, como Shakespeare o la tragedia griega. 

Siendo él un enfermo mental desde el principio de sus días, incluso hasta un nivel neurológico, habla de los enfermos mentales por omisión y porque le dice enfermos mentales a la mayoría de la gente, a las personas cuya conciencia (ya se ve cómo se intercambia está palabra por todos lados) le interesa los temas del grupo siendo el grupo algo innegable que el hombre lleva adentro así sea autista o tímido o misántropo. Es decir redirige la enfermedad mental al grupo, al "rebaño", como retintina él.

Escribe en un estilo detectablemente "clásico" o neutro y a la vez tan liviano que ingresa en la mente del lector con una penetración innegable y silenciosa como flecha. Y a su vez, eso hace que estos libros, La gaya ciencia, Humano, demasiado humano, Aurora, etc., es decir los libros fragmentarios y sincopados sean su maduración (no las Consideraciones, no El origen de la tragedia, no Ecce Homo

Por ahí también iguala conciencia a poder si nos acordamos de la frase conocida: "El poder corrompe y el poder absoluto...", etc. 

Los escritores que pueden leerlo hoy día no saben negarlo porque él ha consolidado o fue uno de lo que ha consolidado la forma escrita de la imposibilidad de refutación. Y por dicha imposibilidad de negarlo es por la cual lo que digan ellos estará comprendido en sus parágrafos. Entonces Nietzsche se parece a la tradición, en sentido lato.