Un censo de Žižek a partir de Luis Roca Jusmet





by Mariusz Kubik





Luis Roca Jusmet, recientemente avistado, sería, si no nos equivocamos, un filósofo con un pasado/presente militante en la izquierda, y un educador. Uno de los principales difusores de la obra de Žižek en España a dichos suyos. 
La soltura para con el manejo de la obra de Žižek, que hace en su ensayo "¿Quién es el maldito Žižek?",  a observar aquí, lo muestra. 
Decimos "censo de Žižek a partir de Luis Roca Jusmet" en vez "censo de Žižek por Luis Roca Jusmet" en caso de que la sanción aquí expuesta pudiese sensibilizar al autor y el mismo no la crea afín a su posición.

Algo no le cuadra en su fallo: "Precisamente si él [Žižek] plantea que el estalinismo es el auténtico trauma que la izquierda debe asumir, ¿a que juega exactamente al llamarse estalinista?", y, como volviendo a la misma idea, en la valoración personal, al final del ensayo, Roca Jusmet dice: 
"Sus propuestas políticas, como la reivindicación del estalinismo, han sido poco afortunadas, porque la izquierda no está para bromas." Esto muestra, de alguna manera, biográficamente, el compromiso latente y la historicidad, más que la pertenencia, de Roca Jusmet para con una izquierda. Esa frase última, pudiera ser más desafortunada —si esto quiere decir algo, si es que "desafortunada" quiere decir algo— que la de Žižek porque probablemente allí, a Žižek, le salga el Groucho que lleva adentro, es decir la pose payacesca. De hecho es bastante importante esta pose en el intelectual, para así no identificarse con el saber que propone. Lo que hace increíblemente Kafka, en otra esfera "más descansada". 
Dicho en otras palabras: ese dato que no se contesta Roca Jusmet y ante el cual duda está —y es posible (seguro) que en otros lugares— específicamente en la crítica de cine que Žižek hace a una escena del film El club de la pelea y desde el fondo de principios del siglo XX, en Kafka —ya que Kafka se pone del lado del villano a tal punto que lo ridiculiza—: básicamente, la identificación sin comulgación de la víctima con el villano, puesto que el villano no es menos incomprensible que la víctima. El epígrafe que Jusmet pone a su ensayo —una cita de Žižek— incluso parece contener crípticamente esta provocación de decirse estalinista. En el fondo se pudiera incluso aventurar, incluso rememorando a Deleuze, que Žižek ni siquiera es un "filósofo de izquierda" porque todo filósofo o poeta —cuando escribe— no es ni de izquierda ni de derecha, ni quién sabe qué. Estas sutilezas de Žižek están ahí, probablemente, por la ilustración que le sustenta. No son reivindicatorias, es decir, en términos psicoanalíticos, histéricas. No son las de la masa. Esa insistencia de Žižek en sostener el "trauma" lo hace parecer a lo que Nietzsche llama "espíritu libre" sobre todo porque Žižek lo maneja con soltura, porque es un perverso en el buen sentido del término (de pervertir, desviar el camino). Ese sostenimiento del trauma, con diferentes tonalidades, recorre o atraviesa desde Nietzsche con su amor fati, a Freud, a Lacan, a Derrida, y a escritores menos teóricos y nace claro en Schopenhauer tal vez, por lo que puede resultar que Žižek también sea volteriano —si es que eso quiere decir algo, si es que ser volteriano quiere decir algo— ya que Schopenhauer "nació y murió volteriano", como dijo el propio discípulo Nietzsche. En este sentido la apelación al pasado en las víctimas ya es un discurso generalizado y por tanto bastardo, una propaganda, un ejercicio de repetición y por eso mismo, lo que Hegel dijo en sus interminables —en todos los sentidos— libros cuando dijo "el hombre es el único animal que por olvidar la historia repite la Historia".
En el fondo, la apelación generalizada al pasado de las víctimas es una forma de olvidar, es el sedante, el opio marxista, y repetir el error en quienes no son cercanos a la catástrofe. Son los que están cercanos a la catástrofe quienes expresarían realmente esa negación de olvidar. El único emisario visible de una catástrofe es el que entiende que pudo ser víctima de la misma y que se salvó por un pelo. Es quien no puede olvidar. 
Es entendible entonces que Žižek también polemizara con muchos autores actuales, sobre todo anglosajones, por ejemplo el "universalismo capitalista" de Richard Rorty o en el caso todavía más interesante, como dice Jusmet: "[con] John Rawls, al considerar [éste] a los humanos como sujetos racionales que formalizan un contrato social en función de sus supuestos intereses racionales." La critica de Žižek, en el fondo una repetición de la radical y rabiosa propuesta de irrealidad de Lacan —recuérdese de Lacan aquella frase "creer en la realidad es de idiotas, a la realidad hay que soportarla"— refleja la incapacidad de salir del imaginario —esto así dicho en sentido jungiano—, establecido por el capitalismo y por tanto su reactualización en otra formas, o como dice Jusmet: "[dichos planteamientos son] una ficción porque ignora[n] el papel de la fantasía como construcción simbólico-imaginaria que nos configura desde el deseo y también porque niega la parte irracional que viene dada por cualquier ley, que lleva siempre un disfrute escondido, un resto patológico que lo impregna." Žižek repite las amenazas que preveía Lacan al estudiar las psicosis ya que ésta, en Lacan se define como una forclusión del Real, de lo animal humano, en manos de la ley de lo Simbólico. Es por ello que las sublimaciones actuales están contaminadas de identificaciones imaginarias agónicas, desérticas, como dice Jusmet; escribe éste con acierto sólo sí con excepción del final: "Si la democracia moderna habla de un sujeto sin atributos (en el sentido de que no hay nada que nos diferencie del otro en esta igualdad formal de derechos), este sujeto busca identidades imaginarias con las que identificarse, una de las cuales sería la nación." Lucidez sólo con excepción del final, se dijo, puesto que la nación y el nacionalismo están desapareciendo. Basta verlo en las generaciones jóvenes. Aunque la lógica del clivaje lacaniano queda intacta, y sí, todavía hay naciones. La democracia, como todas las formas de organización, es una falacia en sí misma que sólo responde a la complejización de la sociedad por multiplicarse y crecer en sus diversas actividades. Si hay algo con lo que insistió Lacan es que el sujeto, debe, y es mal necesario, identificarse con algo; una vuelta, según él (pesimista y cáustico), al pecado original (sic).

El siguiente párrafo no merece comentario, por bueno, aunque sí va a tener uno: el de que explica la aversión que hoy en día se práctica por deporte hacia la llamada derecha, dice Jusmet: "La función de los populismos de la extrema derecha es la de hacer de complemento ideológico del liberalismo, ya que éste los demoniza para aparecer como representante de la democracia, mientras absorbe de manera “civilizada” lo que ellos proponen de forma salvaje (por ejemplo: el control de la inmigración)." Pero el populismo aparece en la izquierda también, puesto que esta aparece con pretensiones de gobierno. Lo que se ve aquí claramente es que los valores (nominaciones) son tomados por una y otra (izquierda y derecha) y mezcladas y manipulados en pro de autopropaganda, solapadas unas para mostrar otra cara, y viceversa, lo que explica que Jusmet diga que el capitalismo se daña a sí mismo regenerándose mediante "la conversión de cualquier catástrofe en una nueva fuente de inversión". Y aquí viene un largo párrafo donde Jusmet parece, ahora sí, explicarse a sí mismo la aparente provocación de Žižek por llamarse a sí mismo estalinista y que muestra lo que se dijo arriba acerca de las reivindicaciones generalizadas sobre las víctimas: "La izquierda, plantea Žižek, vive una de las peores crisis de su historia. Una de las causas es su incapacidad para enfrentarse a su propio trauma, que es el estalinismo. La izquierda no tiene una teoría de lo que fue el estalinismo, prefiere correr un tupido velo y esto la lleva a veces a utilizar el lenguaje de la derecha liberal para explicarlo. Hay en el estalinismo, dice Žižek, algo enigmático y desconocido. El estalinismo tiene algo de verdad, la de la Revolución de Octubre. Es un discurso perverso, a través del cual habla el Gran Otro de la Historia. Lo reprimido vuelve contra todo el mundo." Este párrafo explica una ley básica, tal vez simple, de todas las psicologías, o incluso de toda mitología: lo que se denomina "mal" no se soluciona "olvidándose" de él, con vaguedades oportunistas de Osho o cualquier otro orientalismo capitalista —ya que no hay ningún Oriente que venga a nosotros a menos que nosotros vayamos a él—: el "mal" siempre se ha solucionado yéndolo a buscar a su infierno, como en los mitos. Esto es lo que quiere decir, como sea que lo diga, Žižek y tal vez Thomas Mann.
El estalinismo, como bien diferencia Jusmet, representa algo mucho más cabal que el nazismo porque fue la promesa de superar la vida sin negar ninguna forma de vida humana, sin sugerir ninguna inferioridad en el mundo de cualquier ser vivo, y, al obtener como resultado, el convertirse en una dictadura. Como dice Jusmet, si el nazismo es una fantochada, y su discurso es paranoico (perseguían a los judíos porque se sentían perseguidos), el discurso del estalinismo es psicótico, totalmente agónico (lucha entre la luz y las tinieblas es lo que quiere decir "agónico"). Tal vez por ello el estalinismo muestre el mejor ejemplo de la muerte de la metafísica, lo que responde básicamente a una pregunta que le han hecho a todo filósofo que es "si la filosofía ayuda a vivir". Muchos han contestado que sí (los orientales capitalistas de arriba), otros se han reído como si le preguntaran si creen en los duendes o los unicornios. Por de pronto ya se está vivo desde el principio, igual que los muertos viven porque somos ellos, como dice Borges. No hay nada que nos ayude a vivir después de estar vivo. Esto es Zen.
Por ello la próxima idealización —y aunque los términos parezcan opuestos— sería la de creer que nada tiene explicación, ninguna profundidad, ni siquiera lo que pasa, y esto a pesar de que vivir sea decirse lo que pasa. A esto conducen Žižek y Lacan y Jusmet lo dice, en otras palabras, dice lo mismo distinto: "Todas las reglas, cualquier ley, está impregnada de goce, que es el alimento del superyó. El deber es una obscenidad, no hay ley universal que no sea patológica."
Entonces todas las denuncias de Žižek parecerían estar bastante bien alineadas: sugerir que hay que soportar el capitalismo, bajo el supuesto de irreversibilidad y seduciendo con acotadas libertades sostiene el sistema. Pero, ¿qué es el sistema? ¿Por qué esa obsesión aristotélica, amorosa, de la sustancia aristotélica para con eso del sistema? Palabras que se repiten ya de memoria. Calcos de soluciones de parches. ¿No es en el fondo la utilización de un parche la actualización de poder imaginar algo más? Salvatajes de mala fe. ¿Qué es la mala fe sino decirle al otro lo que tiene que hacer?
Jusmet menciona que Rawls propone una justicia desde su papel de teórico. Y la justicia es una sustancia, y al mismo tiempo una entelequia. La solución vendrá de la irracionalidad en la racionalidad hecha, no quiere haber vuelta de página, etc. Las soluciones provisorias son ocurrencias que mantienen el estado de cosas, etc.
El caso más ideal del marxismo-leninista es el trotskismo, —quizá muy refinado; Wittgenstein estaba interesado en lo que Trotski tenía para decir sobre arte— referido así por Jusmet: "... una secta que mantiene una especie de fetichismo de la clase obrera y su potencial revolucionario", todo otra vez explicado en términos lacanianos: es una nostalgia de la madre o alguna cosa de esas, "narcisismo de la cosa perdida" en palabras de Jusmet, o "falta de la falta" en lacanianos oficiales, u oficialistas. Ante estas soluciones truncas referidas todo se resume en un retruécano que escribe Jusmet así: "unos principios sin oportunidad [trotskismo] o un oportunismo sin principios [universalismo capitalista]."

Luego Jusmet refiere otro caso de la izquierda: Toni Negri y Michael Hart en el libro Imperio supondrían que el capitalismo actual se divide en corporativo y el dominante de un trabajo inmaterial: suponen socializar el materialismo corporativo haciendo pública la propiedad privada y en lo inmaterial dominar a los productores para que ellos no continúen con la relación social capitalista que ejercen. Žižek dudaría de la politización de este trabajo corporativo. Las reivindicaciones de Negri y cía son, para Žižek, otra vez, "una modalidad del discurso histérico (comprenden: renta básica, ciudadanía global, derecho a la reapropiación intelectual): pide al Amo algo imposible de cumplir". El platonismo se reactualiza: es como castigar a alguien porque no da lo que no tiene o es, lo que recuerda a la frase de Lacan sobre el amor. (Por eso dijo Žižek alguna vez que "el amor es el mal", otra vez entre serio y jocoso). Se basa en una reivindicación algo deleuziana de la multitud como individuo, "multiplicidad singular", está basada en la idea de que las masas cambian la historia, en una sobrevaloración del grupo cuando ya en el hecho de su multitud está su valoración. Probablemente la multitud haya sido una apuesta de la especie, como ahora no tanto; es decir de algo más irracional que el marxismo y demás etcétera. Esa multitud es ambivalente para Žižek, y este dato aparece en Deleuze, ahora bien sospechada, en las llamadas catexis fascistas puesto que no concordarían "con una posición individualista spinoziana del cambio". 
Žižek tampoco cree en la antiglobalidad, sería una retracción, una reterritorialización en términos deleuzianos. Un ejemplo: la restricción al acceso a información en Internet, llamada "piratería" cuando esta así llamada piratería sería una ley irracional proveniente del avance tecnológico evidente. 
Tampoco Žižek comulgaría con la vía Laclau-Badiou, la "política pura" que supone una "democracia radical", llamada por él "farsa liberal" que sostiene la oposición del enemigo y sosteniendo que la democracia como base sin la cual no sucedería lo siguiente, lo que tiene algún sentido, pero ya implícito. La democracia es un hecho, negarla sería idiota, porque sería negar la historia, pero es tremendamente defectuosa y, claro, hoy más que nunca. Qué vivo. Ese criterio defensor de la democracia sería un énfasis. Por eso Žižek duda. Pero Žižek regresa a los términos políticos porque deriva en Marx y su reivindicación de la crítica de la lucha de clases. 
A propósito de clases, hace poco pasaron por Youtube una conversación entre Raimundo Panikkar y Octavio Paz en la que aquel decía que la realidad es la casta, refiriéndose, con la salvedad Oriente-Occidente, a la India, aunque no tanta salvedad: las clases existirán siempre, se llamaran de otra forma; ese mensaje, apenas una pincelada acertada en medio de tanta charlatanería se parece a Nietzsche en El Anticristo quien, hacia el final del libro y hacia el final de su vida leía los textos de Manú negando la posibilidad de la disolución de la clase, lo que recordando la mencionada charla de Paz-Panikkar, también tiene relación con la división del trabajo y la división del trabajo ha traído aparejada siempre la desigualdad. Vale recordar también aquí que Nietzsche tampoco se guarda de decir que el Budismo no es la salida de lo que sea que sea el hombre. 
A propósito de ello, también de reciente avistamiento, Jacques Monod, un Nobel en fisiología, maneja el concepto de ciencia como la solución final del hombre, la pura inmanencia tal y como Swedenborg maneja el concepto de conocimiento como salvación; de hecho el fondo parece ser el mismo del amor al conocimiento, por eso se parece a todo aquel que haya dicho algo apasionado sobre el saber, ya que la pasión en el saber jamás marra; Monod distingue tecnología de ciencia y luego valores de ética. La única ética posible sería una que se tenga hacia la ciencia. El manejo de la materia humanística por parte de Monod es bastante notable porque parece contener, tiempo atrás y tiempo al lado a lo que dicen estos otros filósofos, un mismo ideal, invertido o como sea, de amor fati. En cierto sentido es un moralista Monod, un soñador porque dice que la ciencia no es la tecnología.
Si se revisa su libro dice, a su modo, todo lo que se dice aquí. Por ejemplo esta cita de Roca Jusmet está contenida en sus intervenciones (conferencias publicadas):
"La verdad en política no es relativa, ya que hay una verdad que es la de la víctima. Son las víctimas quienes introducen la universalidad (los ciu­dadanos pobres de Atenas, de Francia, de Rusia…)"; esta idea, siguiendo la línea de los precursores, es de Žižek-Lacan y es, más o menos, de Freud; pero no es totalmente cierto en el fondo que —bajo la consideración de, v. gr., un La Rochefoucauld: la víctima es siempre un ahora sucediendo y se está protegido naturalmente contra su dolor— la víctima sea el agente activo del cambio social; a propósito de Paz, usando la memoria reciente de sus palabras las víctimas parecen "la imagen invertida" de la realidad, pero ¿desaparecerán? ¿Qué sería eso? ¿Acaso le interesa, incluso al afán de conocimiento implícito también en la política, aunque afán bastardo y difuso, acaso le interesa la víctima? ¿Es el hombre que desea el conocimiento una especie de víctima, o hay excepciones? Asimismo ¿Son los intelectuales que tienen una esperanza firme en la humanidad o la especie, quienes sienten la necesidad visceral del cuidado de aquella, o repiten un clisé? Es evidente que muchos repiten un clisé. Se nos puede ocurrir Vargas Llosa.
Tal vez Deleuze terminó de acabar con la izquierda con su definición de la misma, resulta increíble que haya gente que no tenga presente las barbaridades, por decirlo de algún modo, que dijo sobre la izquierda: la izquierda, si es algo, si se quiere decir algo con ello, es la particularidad misma y en ese trance aumentativamente imperceptible, la mayoría es todo, es decir lo que los militantes de izquierda suelen llamar "el sistema" (con artículo). Y eso es derecha, y tal vez, el derecho mismo. Valga agregar aquí que la izquierda es inconcebible sin el marxismo, como éste sin el utopismo; la izquierda resulta así como la lucha de clases, un discurso hipermarxista fundador de una ontología que refleja, tal vez, sólo su época. ¿En cuanto al posmodernismo, no es una mente pesimista con un espíritu optimista como decía de sí mismo Bioy Casares, tembloroso, en alguna entrevista? Porque el posmodernismo no puede ser sólo una teoría de echarse a morir en esa posición reduccionista de que todo de lo que trata es creer que todo es "narración". No se ha advertido a Lacan aquí. Se lo ha tratado de defender del posmodernismo como a Deleuze lo cual es mera falacia, teoría del día después. Jugando con el propio juego de palabras del propio Nietzsche, éste sería el primero y el último posmodernista. Negador a todo hora. 
Tampoco no es posible que Žižek fuera posmodernista, sobre todo siendo un lector. Desde la perspectiva reciente de Monod el capitalismo no es más que el espíritu egoísta masificado del hombre y de rapiña del hombre sobre el hombre. Bajo la inmanentísima redefinición de Deleuze ¿no es acaso posible que desaparezca la izquierda en el sentido como vulgarmente se la entiende? En este sentido la propuesta de Ayn Rand sólo fallaría (y nada menos) en defender el capitalismo, en su bochornosa falta de escepticismo, en su bochornosa propagandística del imperio norteamericano que le habría deslumbrado: por lo demás, el hombre no ha sido más que un abusador del hombre y desde que se lo conoce, desde que se tiene una idea de él, no ha habido paz entre ellos. 
Hoy día se puede apreciar (visto en Facebook y en Twitter) la trasposición o trasmutación muy de época, en redes sociales, como un meme —llamado así por internautas sin saber que es un término acuñado por Richard Dawkins—, del logrado aforismo de Hobbes "el hombre es el lobo del hombre" a "el hombre es el lobo del lobo". Siguiendo la línea de la desaparición de la izquierda ha de desaparecer también en sentido vulgar, es decir como hoy se entiende, como de hecho ya está sucediendo, pero bajo el seno de la culpabilidad, el trabajo mismo. Puesto que el trabajo es otra cosa: es esfuerzo puesto en cualquier cosa, eso lo define; aquí no se ha mencionado el invento burgués del trabajo como dignificador de hombre. El trabajo sí parece venir de las denuncias de Marx ante el avance de la revolución industrial. Cuando el hombre dice "trabajo", en el fondo, dice "tener capital" y en "tener capital" dice "ser digno". 
Este párrafo de Roca Jusmet "Hay que repensar la izquierda asumiendo el trauma de lo insoportable de su propia historia." hace resonar lejanamente lo que dice Monod, en tanto se entienda esa izquierda como una ideología o una concepción "animista" del mundo: básicamente decir que la salida es el socialismo. Este otro párrafo del autor, relacionando los regímenes comunistas con los capitalistas dice un elogio y una crítica hacia al capitalismo: "Han abierto nuevas posibilidades, aunque hayan resultado fallidas." parece budismo Zen, o como se atribuiría a un personaje en La de Bringas de Galdós, el partidismo por la "teoría de los hechos consumados". ¿No es eso el budismo? ¿No es el budismo algo que lleva al disparate mismo, a la irracionalidad de todo nacimiento de cualquier ley, como refiere arriba el mismo Jusmet? ¿No es, por eso, notablemente cómico? A veces suele ser surrealista y cómico. Es como una definición de la risa de no recordamos quién: "un ser de conciencia tranquila".
Debe pensarse si la democracia es tan importante como la superpoblación actual. Si la democracia no se debe a la superpoblación, sí a las nada superpobladas (¿qué sería esa binaridad? ¿Dónde el punto de referencia?) pero sí concentrada urbes griegas. Cuando el hombre se apelotona tiene que encontrar alguna forma de orden.

"De lo que se trata, plantea, no es de oponerse a la globalización sino de radicalizarla", dice Jusmet. Pero la ¿globalización que es sino Roma y la conquista europea? ¿Acaso los barcos, Colón y sus pares no son la globalización? Es el Renacimiento, también. Lo no superado todavía por el hombre, según Lisa Simpson, una caricatura. Lisa responde rápido a la pregunta de Bart "Dime algo que el hombre no haya superado", Lisa dice "El Renacimiento". En esta idea, la de radicalizar la globalización está contenida la importancia de la difusión: más a más (personas). ¿No lo dice luego, el autor, en el párrafo siguiente?
"Marx detecta la fisura del capitalismo, ya que todo universal tiene una excepción que la niega." En un sentido de que las teorías culturales se copian, en algún lado habremos leído que la noción de Otro, lo que tiene esa fisura que refiere el autor aquí, está ya en Hegel, y en todos los filósofos, transformada, incluye el problema mismo del dualismo cartesiano esta falla y la prueba está en que los lacanianos se han referido a Descartes con insistencia. En teoría del derecho Descartes, raramente acertando, es considerado una especie de "racionalista iusnaturalista". Esa fisura del Otro es lo que Lacan refiere como hiancia (a su vez de hiato, de desconexión, entre la herramienta diseñada por el hombre y el hombre mismo).
A su vez es importante destacar que lo que Roca Jusmet llama el obrero y cuya "igualdad formal" patrocinada y negada por el capitalismo, no es otro que la actualización del paria. En un tren muy psicoanalista, Roca Jusmet dice "La mercancía es el síntoma del capitalismo, pues es la consecuencia de lo que reprime." Esa frase define lo que pasa en Internet hoy con la información y la publicidad, que por allí el mismo Jusmet no se olvida de mencionar: nada como Internet hoy para el espíritu rapiñero, para el lobo de Hobbes. El capitalismo despliega el bribón del hombre, el estafador a gran escala a nivel multitudinario, ayudado por el control de la difusión automatizada. Ese bribón, que no por eso es cosa de tanta gravedad —razón por la cual estamos sentados en una silla escribiendo esto— ha existido siempre, incluso bajo el módulo capitalista y tecnológico y es evidente que el mundo de la estafa del hombre hacia el hombre es ejecutada por gente que ni siquiera sabe que está engañando a su semejante. Esto recuerda a algún Dawkins cuando se encarniza con el fenómeno de la religión. Pero Dawkins es bastante ingenuo porque parece no distinguir esto que mejor distinguieron los franceses e incluso Monod: que la gente maltrata sin darse cuenta. Es notable la teoría de los memes, con esa intención frustrada con que fue formulada ya que Dawkins que hablara mal de Lacan —dijo algo así como que había que quitarle las credenciales intelectuales justo después que Sokal se le fuera al humo con una sagaz travesura— está diciendo lo mismo cuando persigue a las religiones con su revólver dialéctico: el goce perverso, el goce del Otro en Lacan, expresión tan críptica como su cara, no es otra cosa que no darse cuenta de que se hace el mal, cosa que es un hecho eterno en la medida que el hombre está divido del otro, como diría Wittgenstein por las paredes de sus cuerpos, como si la herencia natural o genética o la naturaleza subyacente, o como se llame, quisiera por alguna razón que así fuera. Es posible pensar que ese aforístico título de Wilde pueda aplicarse al meme: igualar el meme al socialismo, una forma de darse aliento, dicho así: "El alma del hombre bajo el meme". Por su parte, la formalización del meme, no avistada aún, no es tan importante como la conciencia que desarrolla sobre el lector como un Sísifo ante el lenguaje (tal vez la ya formalización del meme). 

Abolir lo privado también parece una tontería, porque qué puede ser en el fondo lo privado sino la intimidad misma del hombre y sus afines, y sus afectos tan esperados. La tecnología parece cercar la intimidad y por ello hacer gestar una nueva (el hombre sin intimidad no sobreviviría, pero esta no tiene porque ser la clásica, de hecho ya no es esa); esta idea, debemos suponer que contiene la crítica de Kant a lo privado, ya que el sostenimiento de lo privado sería el mal del narcisismo. En el fondo esta crítica de Kant que Roca Jusmet expone desde su yacimiento histórico practica una resignificación de la colosal obra kantiana, atribuye una crítica al fundamentalismo actual y sugiere que la intimidad ha cambiado, en un sentido foucaultiano, y, también, que no vuelve atrás. 
La noción de intolerancia de Žižek también hace pensar en su pavoneo o la broma de que se dice estalinista puesto que es una resignificación que se parece a Woody Allen y a través de este a Groucho Marx, al decir en Crímenes y pecados, la versión vieja de Match Point, que no se puede negociar con el tirano Hitler, no se puede hablar con el obcecado, palabra que lo definiría, o con el delincuente psicótico hiperdrogado que hoy día aqueja las grandes ciudades, de cuyo accionar se predica, ingenuamente, que es un delincuente "sin códigos". Sencillamente insoluble por esta vía del diálogo. Pero esa intolerancia que predica Žižek parece más una guerra mediática, sustentada en la libre expresión. En suma, a esta altura la abolición de la democracia, una ingenuidad, ya no le serviría ni al más degenerado.
En tanto que el capitalismo es la Ideología como antes lo fue la Teología, ni siquiera es algo: es, al menos, la maldad humana del hombre colectivo tomando otra forma y en cuya revisión han de tenerse en cuenta la superpoblación, la tecnología, y el espíritu de rapiña. El capitalismo es, siguiendo a Jusmet y a lo que se ha dicho, el lobo feroz, véase donde lobo "goce", y feroz en "Otro" porque se plantea como seductor y a la vez sí es represor en tanto que es un normalizador siendo la Teología de hoy. Otra vez la actualización de un mito o leyenda, como ser Fausto.
Al final Jusmet reivindica esa invención semántica que es el Real lacaniano. Aquí, un paréntesis: en tanto que se puede simbolizar el Real lacaniano se identifica morfológicamente a la llamada realidad. No hay un más allá de ninguno de los dos. Aunque la continuidad de la especie, se sabe, siempre dependa del Real famoso.